En 1909 un etnógrafo francés llamado Arnold van Gennep describió al ritual o rito como un conjunto de actividades simbólicas que tiene 3 pasos o estados: preliminar, liminar, y postliminar (también referidas como separación, liminalidad, y regresión).
La primera y la última etapa son fáciles de entender. La separación es el acto de quitarle el estatus social al individuo e introducirlo a un espacio y tiempo de cierta forma "especial". Esto puede ser desde usar un traje ceremonial , vestirse para el trabajo, hasta hablar otro idioma. Básicamente cualquier cosa que separe al individuo del contexto del que va a salir.
Mientras que la regresión es el momento en el cual el individuo ya es aceptado de nuevo dentro del contexto, pero con distintas normas, responsabilidades, o pensamientos. Ej: Un niño que finaliza el rito de su primera comunión ha aceptado un nuevo conjunto de normas y responsabilidades dentro de ese contexto.
La liminalidad, en cambio, es un poquito más compleja de describir; y en general es una noción muy curiosa. Un tipo escocés llamado Víctor Turner tomó los conceptos de los estados del rito que creo van Gennep y dedicó su vida estudiándolos. Él define la liminalidad como un periodo de tiempo/espacio intermedio o ambiguo (aunque en ciertos puntos de su discurso también llega a describir personas como "liminales"). Según Turner la liminalidad es un proceso de integración y descarte de todos nuestros conceptos y se crea la posibilidad de una alteración del ser y su conocimiento en un momento donde no se tiene identidad. Piénsenlo como abrir la puerta de una casa y estar parado justo debajo del marco; no se está ni adentro ni afuera de la casa, cierto? Esa es la liminalidad.
Personalmente, me gusta definir la liminalidad como una NO-existencia. Los espacios o momentos de la vida donde el tiempo parece que tuviera otra textura o un sabor diferente. Como si en realidad no tuviera sentido en lo absoluto, pero aún así está ahí. La liminalidad se caracteriza por hacer que nuestro contexto se sienta completamente extraño y poco conocido. Como una realidad alterada. Algo que no se puede identificar.
Los ascensores solos cuando vas a visitar a alguien que te gusta.
Ese momento en la madrugada en que te despiertas sin razón, y todos están dormidos y puedes caminar por la casa como un fantasma.
Las carreteras en camino a un lugar desconocido.
Un paradero en la montaña donde te tomas un chocolate caliente.
El colegio durante las vacaciones con salones vacíos.
El momento antes de un primer beso.
Un minimarket de alguna bomba a las 3 de la mañana.
La vida esta llena de momentos o espacios liminales. Esa NO-existencia, nos pone los pelos un poco de punta, un poco nerviosos, un poco ansiosos. La liminalidad nos ubica en una situación conocida pero nos quita todo el contexto, y parecemos como peces fuera de agua. Ahogados, nerviosos. Sin saber a donde pegar. En un limbo. (Por si no se habían dado cuenta, de ahí viene la palabra "limbo")
En esta generación de #Millenials la mayoría de nuestros compañeros o colegas tienen un aura de urgencia. Como si el tiempo que tienen para ser exitosos se acabara más rápido de lo normal. Y pues... no están equivocados.
Vivimos en un constante estado de Liminalidad. De NO-existencia. De duda constante y terror absoluto. Creo que esa es la cualidad que nos define como Millenials, con un pie en la adultez, y la otra aún en la adolescencia, y la generación antes de nosotros aún no nos ha aceptado.
No hemos cumplido con el "ritual de fuego" necesario para ser aceptados como adultos. Los auto-titulados "adultos" nos tienen bailando en carbones calientes y cada vez le siguen aumentando al calor.
Hemos sido forjados del fuego. Sin identidad. Crecimos con la presión de tener que salvar un planeta que nuestros padres y abuelos están asesinando. Estudiamos en una época en la que la taza de analfabetismo está más de 60% más baja que hace 50 años, y aún así nos dicen "flojos" cuando nos quejamos de tener que estudiar por un parcial. Trabajamos independientes si no podemos encontrar un trabajo fijo cuando nuestros padres trabajaron en la misma empresa o en el sector público toda su vida sin especialización. Vimos a nuestros padres jubilarse a los 60 sabiendo que a nosotros muy probablemente no nos toque eso. Y aún así, no somos "adultos" del todo.
Pero como somos forjados del fuego, hemos aprendido a adaptarnos a las presiones que significan ser de nuestra generación en este momento de la historia. La luchamos por nosotros y nuestro futuro; pero más que todo para poder decir que pudimos hacerlo. Somos capaces, y tenemos las suficientes guevas para poder decirles a los "verdaderos adultos" que se pudran, porque somos más felices en nuestra NO-existencia. De hecho disfrutamos de ella; disfrutamos de no tener un espacio fijo en nuestro contexto; disfrutamos los ascensores solos; los momentos tranquilos a medianoche; los pasillos entre la rumba y el baño; las calles de nuestro barrio a las 4 de la mañana cuando llegamos de bailar; la sala de espera de un aeropuerto.
Disfrutamos de la liminalidad porque nosotros mismos somos liminales; constantemente entre una etapa y otra. Entre adolescentes y adultos. Entre felices y miserables. Entre darlo todo y darlo nada. Entre entrado a un bar y saliendo de él. Y seguiremos disfrutando de estas NO-existencias hasta que sintamos que por fin las cosas a nuestro alrededor cobran sentido; seguiremos dusfrutanto hasta por fin tener una identidad.
Según Víctor Turner, al final del rito, en la etapa de regresión, se lleva a cabo una transformación irreversible en donde superamos los límites de nuestros conceptos intelectuales para llegar a un discurso distinto y más evolucionado. El individuo se reintegra al contexto pero con un estatus social elevado, y una identidad establecida.
No se ustedes, pero yo siento que se ese fuego está ardiendo un poquito menos que ayer.
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