viernes, 14 de octubre de 2016

Sobre la pantalla pública del ser humano y su cuidadosa composición.

La mayoría del tiempo se me olvida que las demás personas también están tratando de hacer con su vida lo que mejor pueden. Veo su "perfectas" vidas en redes sociales y siento envidia de lo claro que tienen sus objetivos. Leo sus libros, miro sus obras, escucho sus canciones y.... mierda!! Qué envidia me da! Me como el cuento de que su visión artística ha llegado al tope, que ya han culminado el trayecto de "miserable ser humano que intenta expresarse" a "artista consolidado". Yo aún me siento completamente en la primera categoría, y al comparar mi trayecto y mis logros con los de los demás, lo mío se siente tan poquito, tan chiquito, tan insignificante. 
Pero a pesar de lo que muchas personas crean (me incluyo en ocasiones), nadie es un copito de nieve único e inigualable. La verdad es que somos millones de personas en este mundo, y no me cabe en la cabeza que sea la única persona que se ha sentido así. Y al hablar con colegas, amigos, y desconocidos, puedo confirmar de que esa pantalla que ponemos hacia el mundo está hecha para contener solamente lo mejor de nosotros. La mejor selfie de 30 que me tomé. La mejor fotografía de miles que tomó aquel. Las mejores cien mil palabras de millones que escribió aquella. Todo. Todo. Absolutamente todo está cuidadosamente compuesto y seleccionado para nuestro consumo y entretenimiento. 
La verdad es que a pesar de que la mayoría del tiempo soy demasiado auto-crítica conmigo y lo que creo, hay momentos de claridad como estos en los que se que esto es parte de todos los procesos creativos del ser humano. Y de cierta forma eso me hace sentir mejor, porque aún cuando lo que escribo sea una mierda, y cuando crea que lo que siento no es relevante, ese pequeño pensamiento de no estar sola en el fracaso me dan ganas de continuar lo que empecé. 

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